cuando el presidente Lula le dijo al sitio Brasil 247 que ya queria destruir sergio moro y, posteriormente, que la pantomima sin pruebas suscrita por gabriela hardt fue una artimaña de su enemigo, tenía más información de la que dejaba entrever.
Marcelo Camargo/Agencia Brasil
El Palacio del Planalto ya había sido advertido que Curitiba había reunido un montón de conclusiones, sin ninguna materialidad, calificadas como un plan para secuestrar al actual senador de la República.
La pregunta, en un primer momento, pone fin a una disputa de narrativas. La de Moro es que, por haber combatido el crimen, los grandes narcotraficantes -bajo el apodo de “PCC”- habrían decidido vengarse de él. La contraparte, al parecer, ve en el movimiento un ataque político para debilitar al gobierno.
El fallo del juez Hardt no es de mucha ayuda. Basa sus conclusiones en elementos frágiles, que no prueban nada. Decreta que el presunto testigo era una “facción del PCC” sin señalar de dónde proviene la certeza. Concluye que ciertas palabras significan otras cosas sin ninguna explicación y arma una trama que no deja de estar en pie.
Puerta cerrada
El eje de la tesis es una ordenanza de 2019, firmada por Sérgio Moro, cuando era ministro de Justicia, que restringía las visitas íntimas a los traficantes detenidos bajo un régimen disciplinario diferenciado, manteniendo el privilegio para los denunciantes. Ese sería el motivo del supuesto plan de venganza contra el actual senador.
Esta “explicación” reemplazó a la de venganza por haber trasladado a uno de los narcotraficantes (supuesto líder del presunto PCC) a otra prisión. Cuando resultó que no fue Moro quien trasladó al condenado, la tesis se vino abajo. Pero la “motivación” de las visitas a los presos también se disolvió en el aire, ya que Moro solo reprodujo lo que había establecido una ordenanza firmada en el gobierno de Michel Temer, por el entonces ministro Torcuato Jardim — que, por lo tanto, no se convirtió en un objetivo.
El movimiento de Moro, un maestro del juego del ajedrez, no acaba en las primeras jugadas. Desde hace un tiempo sigue una Acción por Incumplimiento de un Precepto Fundamental (ADPF) cuya autoría decidió asumir el Partido de los Trabajadores —justo en contra de la ordenanza de 2019—.

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El primer intento lo firmó una oscura ONG llamada “Anjos da Liberdade”. Según la narrativa de la pandilla de Moro, esta organización es una fachada legal para la defensa de los narcotraficantes (también apodados “PCC”). El ponente de la ADPF en el Tribunal Supremo, Edson Fachínno aceptaba a la ONG como autora de la acción, pero admitía la titularidad del partido.
Este siempre ha sido el objetivo de los huérfanos del “lavado de autos”: asociar al PT con el crimen.
A principios de este mes, una medida del gobierno aceleró la telenovela. Apenas supo del plan Lava Jatista, el Ministro de Justicia, Flavio Dino; y el Abogado General de la Unión, Jorge Mesías, se apresuró al STF. Era necesario enterrar la ADPF antes de que le dispararan a Planalto.
Aunque parecía extraño que el gobierno del PT pidiera negar una solicitud de su propio partido, los ministros aceptaron el argumento de que permitir tales visitas facilitaría la comunicación de los traficantes con el mundo exterior. En el aspecto formal, la tesis también resultó contundente: como la ley antidelito incorporó la restricción, la declaración de inconstitucionalidad de la ordenanza sería ociosa —pues la regencia de la norma ya no era la decisión administrativa—.
Esto explica la defensa de Flávio Dino de tal operación. Después de todo, sus suposiciones fueron básicamente las que usó en el STF. La solicitud de la AGU, por perjuicio de la ADPF, por pérdida de objeto, fue acogida.
En la misma sincronía, el oponente también corrió. Colocaron al juez titular del 9º Juzgado Federal, Sandra Regina Soares de vacaciones el 16, un jueves. Gabriela Hardt toma el relevo el viernes y, en un ejemplo extraterrestre de agilidad, el martes (21), temprano en la mañana, ya tenía lista una decisión de 69 páginas y otras cien páginas con órdenes de allanamiento, arresto y documentos que, teóricamente, sería de gran complejidad para cualquier autor.
Fue también el martes por la mañana que Lula habló de su odio por el exjuez. En los siete días de la semana pasada, el reloj del juez funcionó en perfecta sincronía con las líneas de Moro, Lula y con los hechos.
En el análisis humorístico de Lenio Streckel caso es digno de un relato de Machado: “Más allá de todo o más allá de nada, se trata de una amenaza de algo que no sucedió, y todo se descubrió después que no sucedió”.
Texto modificado a las 5:15 pm del 26/03/23 para agregar información.
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