En la mayoría de los países occidentales, comemos demasiada grasa y demasiada azúcar. El vínculo entre una dieta demasiado rica y el sobrepeso es directo. Por ejemplo, en Francia, ¡uno de cada dos adultos tiene sobrepeso! Lo que es más preocupante, uno de cada tres niños ya tiene sobrepeso. ¿Cuáles son exactamente los mecanismos subyacentes? Un equipo está interesado en los efectos de nuestra dieta en nuestro cerebro. Sus resultados fueron publicados en la revista Metabolismo Celular.
Obesidad y dopamina
Está bien documentado que la obesidad se acompaña de una función dopaminérgica alterada en el cerebro. La dopamina es un neurotransmisor que permite la transmisión de información entre neuronas. A menudo se le llama el neuromediador de la felicidad: está implicado en el control motor, el sueño, el aprendizaje, pero también en el placer y la motivación.
Este gen es responsable de nuestro deseo insaciable de alimentos demasiado grasos y demasiado dulces.
La dopamina es un componente clave del sistema de recompensa. Cuando una acción da placer, se libera dopamina. Esto es lo que nos hace querer reproducir la acción que nos dio placer. Este mecanismo está implicado en la aparición de la adicción y por eso es tan difícil dejar el tabaco o las drogas.
¿Alteración preexistente o secundaria?
Los autores estaban particularmente interesados en una pregunta en particular. ¿Las personas obesas tenían una función dopaminérgica alterada antes de tener sobrepeso, como la susceptibilidad individual al aumento de peso? ¿O las personas obesas experimentaron una disminución de la función dopaminérgica a medida que aumentaban de peso y estaban expuestas a una dieta desequilibrada?
Para responder a esto, se realizó un estudio controlado aleatorio. Los participantes, de peso normal, recibieron además de su dieta habitual: un tentempié alto en grasa y azúcar (en forma de torta), o un tentempié bajo en grasa y azúcar. El experimento duró ocho semanas. Los resultados del estudio muestran que la exposición diaria a grasas y azúcares disminuyó el deseo de estas personas por alimentos bajos en grasas y azúcares. Se observó deterioro de la función dopaminérgica independientemente de los cambios en el peso corporal.
La obesidad no es una cuestión de voluntad y es la ciencia la que lo afirma
¡Así que en realidad no es culpa nuestra que todavía prefiramos los alimentos grasos y azucarados! Por otro lado, sabiendo esto, podemos optar por modificar nuestros reflejos. ¡Cuanto menos comamos de este tipo de productos, menos lo pedirá nuestro cerebro! Es difícil al principio, pero luego requiere mucho menos esfuerzo.
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